PANDEMIA, MIEDO Y PROYECTO SANITARIO
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Si el proyecto de salud global consistía solamente en que el ser humano tuviera una vida prolongada como prioridad, ha fracasado como queda ejemplificado en este tiempo de pandemia. Son los ancianos enfermos las principales víctimas mortales. El declive inmunitario es la característica de la senectud.·
Ya antes de la pandemia, la medicina y la
sociedad orgullosa de su sistema sanitario, se vanagloriaban de que muchas de
las enfermedades incurables que llevaban a la muerte, se estaban transformando
en enfermedades crónicas. Las consecuencias eran esperables: el consumo de
fármacos se hizo colosal, la esperanza de vida se alargó notablemente en los países ricos y la
medicalización de la vida de la gente terminó siendo un hecho inevitable.
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Si la gestión de su salud no es ejercida por el
propio interesado, el sistema le impone una vida larga a base de fármacos
múltiples para paliar el síndrome metabólico, la diabetes tipo 2, las
enfermedades cardiovasculares, la obesidad, la hipertensión arterial. Estas
situaciones son abordables y mejorables también con un régimen de vida higiénico
saludable.
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Los tratamientos del cáncer que apuntan a
tratar a los pacientes como enfermos crónicos, nos conducen a la
inmunodepresión que acompaña a estas personas.
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Algo parecido ocurre en los casos de SIDA,
enfermos tratados de por vida con fármacos que también causan inmunosupresión entre otros efectos indeseables.
· También la enfermedad mental suele tratarse
prolongadamente, a menudo de por vida. Los efectos colaterales de estos
tratamientos suelen controlarse. Pero en el caso de los fármacos antipsicóticos, los largos tratamientos que permiten a estos enfermos una vida casi normal,
productiva, no los libran de los deterioros orgánicos que a largo plazo
provocan.
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Por otra parte, la existencia de la geriatría
misma como especialidad médica, nos muestra que los mayores requieren un
tratamiento o varios, sólo por serlo.
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El tratamiento de las enfermedades autoinmunes
graves, crónicas e incurables nos deja un colectivo de enfermos inflamados e
inmunodeprimidos.
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¿De dónde procede esta actitud, por parte de quienes comandan la sanidad, de buscar que el paciente viva mucho, cuanto más
mejor? Parece una pregunta ingenua. Aquel que convive con enfermos a diario
reconoce que es esto lo que reclama la gente y que negarlo sería ceguera.
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Sin embargo, no es sólo el paciente el que
quiere vivir mucho. El sistema opera para que así sea, como si esto fuera
indiscutible en todo caso, vivir mucho es una obligación.
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El paciente tiene que vivir tanto como el
consumidor tiene que
consumir.
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UNA CONSECUENCIA DE TODO ESTO ES QUE CONVIENE
QUE LA VIDA SEA LARGA.
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UNA VIDA PARA CONSUMIR, ENTRE OTRAS COSAS
PRODUCTOS FARMACÉUTICOS.
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PERO VIVIR ASÍ ESTÁ A MENUDO REÑIDO CON HÁBITOS
SALUDABLES. PARECE QUE ES MÁS IMPORTANTE VIVIR MUCHO QUE VIVIR SALUDABLEMENTE.
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LA PANDEMIA ES UNA MUESTRA DE QUE LA PHYSIS, LA
NATURALEZA, TERMINA CORRIGIENDO LAS COSAS.
· Mirar a la muerte de reojo no soluciona los problemas. La aceptación de la finitud de la vida es una actitud más sana, más cercana a la realidad. Y abordar la propia salud como un deber personal también nos acerca a ella.
· No parece que, en el fondo, el proyecto sanitario sea muy diferente al que existía en la Antigüedad..