Lola Membrives |
PANDEMIA, NATURALEZA, ARTE
“Algunos dicen que la naturaleza es sabia. Pues yo digo que es bruta pero vieja, muy vieja”.
Estas palabras se las oí a un profesor de Medicina en la carrera. Yo estaba terminando, era 1971, creo recordar. Nos impartió magistralmente unas clases de Endocrinología en la asignatura de Clínica Médica III. Se trataba del médico y dramaturgo argentino, el doctor Juan Reforzo Membrives (BsAs1908-BsAs 2002).
Hijo de la gran actriz hispanoargentina Lola Membrives, célebre en Argentina y en España y del empresario español Juan Reforzo. Se había graduado en la Universidad de Buenos Aires, fue discípulo del premio Nobel de Medicina, el argentino Bernardo Houssay.
Reforzo pasó su vida entre Madrid, Valencia y la capital del Río de la Plata. Se perfeccionó en la Clínica Mayo y en la Universidad de Harvard y recibió valiosos premios en España y en Argentina. Y además escribió novela y teatro.
Su estilo elegante, preciso y su observación sagaz en una época en que quedaban ya pocos formadores clínicos, lo destacaban notablemente. Nos impartió unas pocas clases, pero inolvidables para mí. El particular interés por la Endocrinología se entiende en un médico humanista y culto; en sus años de formación, los años iniciales de la especialidad, el enfoque integrador a nivel académico era casi novedoso y estaba sostenido en el conocimiento de las glándulas de secreción interna, la teoría de Selye, los textos de Freud. Era la época de la distonía neurovegetativa, la neurastenia.
Por cierto, el nobel otorgado a Houssay fue en 1947 por la relación entre la hipófisis y el metabolismo glucídico, otra conexión con la Endocrinología.
Pero ¿Qué me dejaron aquellas palabras acerca de la physis de los griegos antiguos? Se trata de conceptos claramente darwinistas, que eludían radicalmente reconocer a la naturaleza una organización teleológica, un sentido finalista. La naturaleza funciona, fundamenta y sustancia todas las cosas, seres, animales, vegetales, astros. Pero lo hace de un modo que es el suyo, no intelectivo, no discurriendo, no decidiendo.
Y hay un vínculo que es también una separación indudable, entre naturaleza por un lado y los usos, costumbres y leyes que se dan los hombres (los nomoi) por otro lado. En esa relación destaca el carácter variable de los usos y leyes. Nos interesan aquí las circunstancias que se revelan cuando los usos y leyes van contra la naturaleza.
Se me dirá que las propiedades que los médicos de la Antigüedad atribuyeron a la physis son conceptos metafísicos. Sí lo son, el orden, la armonía, el automatismo, la finalidad y otros. (Y que buena parte de ello, ha sido negado por el darwinismo al que aludía la expresión del doctor Reforzo Membrives, “la naturaleza es bruta pero vieja”, negándole sabiduría alguna).
Y también me dirán que las costumbres y las leyes que se dan los seres humanos no provienen claro está, de ningún orden natural.
Pero cuando los usos y las costumbres se enfrentan tan abiertamente al orden armónico natural, los resultados suelen ser catastróficos.
Y algo de esto está ocurriendo con la longevidad, por ejemplo. La maternidad después de los 40 años de la madre primeriza, los nacimientos tan escasos en los países ricos, la distorsión demográfica de las curvas de población. El empeño de todos en vivir cuanto más, mejor, genera sociedades de viejos. Por lo demás la muerte está tan desvalorizada como temida.
Pero por más que hagamos deporte, nos alimentemos muy bien, gestionemos bien nuestras emociones, hagamos terapia, meditemos y busquemos evolucionar adecuadamente, los telómeros se acortan, el envejecimiento prospera, la inmunidad se hace menos eficaz y las enfermedades crónicas progresan.
Se diría que una población plena de ancianos y con pocos niños provoca respuestas en la physis. La physis no piensa ni razona, pero reacciona. La pandemia que estamos viviendo en 2020, es una respuesta. Ahora se están señalando los cambios favorables que provoca en los indicadores del cambio climático, el aislamiento obligado de buena parte de la población mundial. Las ciudades más limpias desde el aislamiento, el cielo sin humos, etcétera.
El Arte, la Medicina humanista, que es ciencia, arte y técnica, como señalaba Marañón, nos pueden proteger del dogmatismo. De ese "estar seguros de todo", que resulta tan nefasto.
La foto del encabezamiento es de Lola Membrives de quien recuerdo entrañablemente su personaje de Raimunda en La malquerida, de Jacinto Benavente.
A finales de los años 80 encontré casualmente al profesor Reforzo Membrives en un pueblo de la sierra madrileña. Vivía retirado en su casa de Valdemorillo adonde por entonces yo tenía la mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario