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lunes, 18 de febrero de 2019

NEUROCIENCIA, HOMEOPATÍA, SUJETO



 LA REDUCCIÓN DEL SUJETO A CEREBRO



Lo que en Homeopatía es individualidad, realidad singular, irrepetible, en Psicoanálisis es sujeto. La Neurociencia ignora ambos conceptos.

Lo indeterminado de cada cual, lo imprevisible, lo que está sin establecer y sin justificar, que se llama deseo en Psicoanálisis y que recoge la Homeopatía como modalidad sintomática, son negados por la Neurociencia.
Esto no estaría ni mal ni bien si la Neurociencia se quedara en eso y su influencia fuera simplemente la que proviene de la negación. Es decir, la de reconocer que se trata de campos diferentes. El suyo, el neurocientífico, el de la reducción biológica por una parte y por otra el de la singularidad del sujeto, el que produce síntomas desde una ignota posición inimitable e irreproducible.

Pero no es así, no se queda en eso. Sino que extiende sus limitadas conclusiones al ámbito del conocimiento total. Fuera del cerebro todo es Metafísica. Como el yo no existe, no soy yo el que hace, decide, actúa y en última instancia piensa; es mi cerebro.
Las publicaciones actuales, amplificadas por las redes sociales, nos recuerdan permanentemente que cada vez que pensamos, sentimos, deseamos, sufrimos, eso deja una imprimación detectable en el cerebro y de ella queda como testimonio una prueba de imagen, un estudio fisiológico, un documento en suma.

La Neurociencia no se siente cómoda con conceptos como mente, yo, ego, conciencia, sujeto y tampoco con otros como libertad, voluntad, decisión. Y por extensión esa incomodidad alcanza a cualquier estado psíquico: obstinación, terquedad, indecisión y también a las sensaciones, sensación de flotar, de tener la cabeza muy grande, de ser de vidrio, de tener algo vivo en el vientre, de dolor ardiente, de latido, de girar, de garganta seca después de beber, de debilidad al aire libre. Estos estados son puntualmente recogidos por la Homeopatía.

Muy bien, tomamos nota de que no se siente cómoda. Está en su propio ser, en el de la Biología, definir su campo y por lo tanto proyectar su trabajo, su campo de acción en donde sí se debe sentir confortable.
El problema se perfila cuando niega validez a todo aquello que le provoca incomodidad. No sólo es que no opera con lo que le provoca desazón sino que no lo quiere ni ver. O mejor aún, no existe. Se trata de meras notas no generalizables y por lo tanto sin mérito para ser tenidas en cuenta. Están en “las colas” de la curva de Gauss, en el azar, se trata de lo que, si es que existe, lo es por casualidad.

Pues bien, asumimos que decida no trabajar con los conceptos incómodos que quedan fuera del campo de su disciplina. Pero el conflicto proviene del esfuerzo que hacen los científicos para presionar sobre la sociedad, sobre la Administración, los gobiernos, las instituciones, las empresas, etcétera para que todo eso que “no existe” sea separado, descalificado, depurado  en suma.

Sepan estos señores que la parte de sí mismos que adopta estas actitudes propias es su individualidad con sus modalidades, su sujeto, su libertad, su decisión. Y su decisión se cimenta en su propio deseo de eliminar todo aquello que no se aviene a sus teorizaciones. No es su cerebro el que decide, claro está. Su cerebro es el campo donde se repercuten y se observan sus maquinaciones justas o injustas pero, en todo caso, interesadas. El cerebro es el lugar físico, el campo de operaciones, pero no donde se toman las decisiones. El cerebro no decide, señores, son ustedes.
Del mismo modo que cuando toso soy yo el que tose y no son mis bronquios ni mis pulmones los que tosen. Se parece a la anécdota de aquel señor desconsiderado al que le recriminaban porque en las reuniones a las que acudía el ambiente se ponía maloliente. Un día dijo en su descargo: No soy yo, es mi ano.

Los que nos aturden diariamente con sus noticias neurocientíficas mostrándonos qué pasa con el cerebro cuando odiamos, cuando pasamos hambre, cuando nos enamoramos, en realidad nos están invitando a que miremos un electrocardiograma, o nos tomemos la tensión arterial o midamos el cortisol en sangre. No nos están mostrando la luna, nos están mostrando el dedo que la señala.

Consecuencias éticas y morales

La imagen del dedo y la luna nos muestra claramente las consecuencias gnoseológicas del problema, es decir lo que atañe al conocimiento mismo y su validación, su evidencia. Un sesgo es hablar de una cosa señalando otra.
Pero más importante todavía son las consecuencias éticas de este malentendido. Si fuera el cerebro el que decide, habla, piensa, ejecuta entonces el sujeto queda relevado de cualquier responsabilidad. Está determinado de la manera más dura e inapelable por lo biológico.

¿Y entonces? 
No, señor juez, no he sido yo fue mi cerebro.

domingo, 3 de febrero de 2019

LOS PERIODISTAS DEBEN PEDIR PERDÓN A LOS HOMEÓPATAS


LOS PERIODISTAS Y COMUNICADORES DEBEN PEDIR PERDÓN




En este tedioso debate que se está produciendo en la sociedad española acerca de la actitud del gobierno del Estado sobre lo que llama las “pseudociencias” y que no es más que las medicinas complementarias expresadas en clave de denuesto, quiero expresar una opinión más.

Para facilitar su tarea de denigrar y descalificar a estas prácticas y saberes se emplea la táctica de considerarlas como un conjunto homogéneo. Y así haciendo gala de un desconocimiento que deja en ridículo a los gobernantes éstos hacen aparecer juntas a disciplinas regladas de gran tradición como la Homeopatía, la Acupuntura, la Fitoterapia, la Terapia Neural con procedimientos con piedras, imanes, aromas, ángeloterapia, diagnóstico astrológico y también imposición de manos, terapia sacrocraneal, por poner unos pocos ejemplos.

Las terapias complementarias aparecen en las encuestas más recientes como recurso al que acuden los usuarios más diversos de tal forma que ellas abarcan transversalmente a toda la sociedad española. Se trata de niños, jóvenes, adultos y ancianos. A ambos géneros pero con predominio femenino. A todas las clases sociales, el perfil del usuario medio es mujer, de 37 años, culta, con estudios superiores y buen poder adquisitivo. Y a todas las regiones y comunidades del Estado.

El mensaje es simple y contundente. Se dice que el usuario de estas formas de terapéutica es estafado sistemáticamente, los resultados son fruto del efecto placebo y estas prácticas son peligrosas porque el enfermo se sustrae al alcance la medicina oficial. Y el usuario persiste en el error a pesar de las advertencias.

En España el Estado confía la Medicina mayoritariamente a la Seguridad Social y las medicinas heterodoxas en cambio están en el ámbito de la medicina privada, que no deja de ser una iniciativa de la sociedad. Pero en los últimos años la enseñanza de la Homeopatía y de la Acupuntura llegó a los médicos de la SS y en ciertas condiciones prescribían medicamentos homeopáticos y en algunos servicios médicos se trataba el dolor con Acupuntura. Todo ello de modo extraoficial pero tolerado por la Administración.

El conflicto es múltiple. Cruce de intereses con las farmacéuticas que no admiten que se les cercene una parte de su pastel pero también los médicos más tradicionales que se sienten discutidos por un público que busca tratamientos heterodoxos ante la ingente prescripción de fármacos, muchos de ellos tan inútiles o más que el mismo placebo al que aluden cuando tratan de explicar los éxitos de las complementarias.

La guerra de descalificaciones comenzó cuando el gobierno central atendió a las solicitudes, reiteradas en los últimos años de grupos de presión autodenominados escépticos que reclamaban en principio que se retirase la enseñanza de estas disciplinas de las universidades. Esta formación se venía realizando en los últimos años desde algunas cátedras con docentes más abiertos y permisivos de lo habitual.

Pero si hay que elegir lo más indecoroso en todo esto es el papel de los medios de comunicación y más concretamente de los periodistas y tertulianos de las muchísimas mesas redondas que se emiten por radio y televisión y las publicaciones en periódicos y revistas. Lejos de tratar el tema con alguna intención esclarecedora se lanzaron unánimemente a repetir las consignas de los ministerios de Salud y de Ciencia en forma de discurso organizado, sin tamices, sin imaginación, sin el menor espíritu crítico.

El resultado de todo esto fue que los profesionales médicos especializados en estas prácticas hemos sido vapuleados incansablemente hasta la náusea.

Los periodistas viven en esta sociedad y es imposible que no tuvieran a mano el testimonio o la noticia de familiares o amigos que acudieran a nuestras consultas y se beneficiaran de nuestros tratamientos. Imposible. Cualquiera de nosotros tiene pacientes de las más diversas clases sociales, actualmente y también desde hace decenios. Algunos son profesionales que nos han confiado a sus hijos, gente del mundo del arte que acuden a nosotros, científicos que nos traen a sus padres, empresarios, funcionarios, empleados, operarios, estudiantes universitarios. Son personas con criterio para discriminar, no se trata de ignorantes que se embarcan en cualquier aventura ni seres desesperados por su salud comprometida. Son personas que eligen, que están acostumbrados a ejercer su libertad, que tienen criterios propios por lo general.

Los medios de comunicación en su conjunto, muchos de ellos hipotecados por intereses inconfesables se plegaron dócilmente a esta campaña. A poco que se asista a los programas de radio y televisión en que se debaten temas de actualidad se detecta inmediatamente alineamientos en bloques descaradamente definidos que defienden sin tapujos los intereses de los medios de comunicación respectivos. No hay comentaristas independientes y si alguno de ellos definiera su autonomía nadie lo invitaría al programa respectivo. Ya ocurrió con algunos de ellos.

Los periodistas en ese escenario no tratan propiamente un tema, más bien el tema es el encono con que discuten. En realidad el “atractivo” de esos programas es ver cómo se enfrentan, gritan, se burlan, se quejan del otro. No hay tema porque raramente se oye un discurso claro, como no sea la provocación y el enfrentamiento.

Pero desde que comenzó la cruzada que emprendió el gobierno español (un gobierno socialdemócrata apoyado por otro partido populista de izquierdas y otros independentistas catalanes y vascos) la actitud fue unánime de entrada. Un presentador de un programa de radio de la tarde que se atrevió a decir que conocía usuarios que se beneficiaban de la Homeopatía y la Acupuntura, tuvo que rectificar al día siguiente al haber sido llamado al orden. Una popular presentadora de línea plural se mostraba reticente y dejaba hablar a sus invitados, todos ellos claramente aleccionados. Parece claro que el gobierno tiene la firme determinación de señalarle el camino a la Unión Europea acerca de cómo salir de la influencia social de estas medicinas espurias e impresentables, las complementarias. Quiere liderar. La UE le ha vuelto a recordar que los homeopáticos son medicamentos con lo que ello conlleva. Y como ha ocurrido otras veces ante una causa de interés de Estado le ha pedido a los medios de comunicación que colaboren. El partido Ciudadanos, liberal y de centro-derecha fue el que en primer lugar se hizo oír contra las “pseudociencias”; posteriormente llamó a silencio al reflexionar sobre el posible coste electoral que le supondría.

¿Hay periodistas independientes, que defiendan su posición honestamente, aunque esta fuera contraria a lo que nosotros defendemos? Si fuera así ¿son capaces de tratar el tema sin temor? Pocas voces he oído como la del humorista Javier Cansado quien hablando en primera persona del singular expresó sus opiniones desde la modestia del paciente que quiere que lo dejen en paz y le permitan elegir.