MEDICINA Y LENGUAJE
- De este tema que me apasiona sólo puedo introducir la introducción, si se me permite el pleonasmo. Y con un poco de ironía quiero hablar de este tema; que nadie se tome muy en serio lo que voy a escribir. En todo caso trataré de mostrar mi preocupación por los efectos colaterales a menudo no del todo deseables,
Pedro Laín Entralgo
La medicina es entre otras cosas un discurso y una ética en la que destaca un afán de intervención. Lo cierto es que yo me sentí médico cuando utilicé aquellas palabras.
- Después, cuando conocí la homeopatía detecté que en su ejercicio el médico homeópata se interesaba por algunas cosas que me parecían raras: si el paciente mejoraba por el consuelo, empeoraba por la contradicción o lloraba por bagatelas (en la acupuntura y por extensión en la medicina tradicional china viento perverso, flema, fuego en lo alto ejemplifican cómo se designan algunas situaciones que aquejan al enfermo e intervienen los elementos que conforman el mundo, los factores climáticos y muchas más cosas).
- Después de ejercer la medicina durante cinco años en mi país de origen, Argentina, ya en España constaté que había trastornos que no recordaba haberlos visto en Argentina o por lo menos allá no eran trastornos: acetona en los niños, mala circulación, cólico, tensión descompensada. Me explico, no digo que en Buenos Aires no las hubiera escuchado o leído, sino más bien que no configuraban un motivo de preocupación para el paciente y no tenían entidad para el médico o para el enfermo. Estas palabras me mostraban las diferentes preocupaciones de la gente en un sitio y en otro.
- Pero me tranquilicé cuando recordé que la historia de la medicina nos dice que hasta no hace tanto las palabras hidropesía, anasarca o ictericia eran en sí mismas enfermedades y no meras cualidades integrantes de una enfermedad como se las considera ahora.
Nuevas palabras son necesarias para nuevos conceptos pero muchas veces palabras nuevas precisan mejor viejos significados. Lo que se llamaba flora intestinal ahora se dice microbiota.
- Y vuelvo sobre un asunto que ya referí en otras ocasiones: ¿hacer diagnóstico es poner nombre a una enfermedad o determinar en qué consiste el proceso patológico? Se me dirá que las dos cosas. Pero si se pone el acento en lo primero es para complicar el discurso. Y cuando un discurso se elabora para que sólo lo descifren los entendidos entonces el lenguaje se pone al servicio de la profesión y no de la gente. Los primeros médicos griegos con espíritu hipocrático defendían que la medicina era saber, método, técnica pero también era una profesión. Una profesión necesita una forma de hablar que distinga al profesional del profano. Pero unos siglos más tarde con Galeno la medicina abundó tanto en clasificaciones, nombres, palabras, como perdió en una comprensión global de la enfermedad. Me parece que cuando el discurso se abre el médico se acerca al paciente.
- Sabemos que la palabra cura o puede curar. La psicoterapia y los mantras de la meditación de las prácticas orientales nos pueden aclarar por qué lo digo. El sólido trabajo "La curación por la palabra en la Antigüedad Clásica" de Pedro Laín Entralgo de 1958 nos muestra que el propósito psicoterapéutico ya estaba en los antiguos griegos.
- En psicoanálisis pos freudiano se afirma que el inconsciente se estructura por significantes o sea más o menos, palabras. De allí a decir que la tendencia a enfermar está enunciada en palabras hay sólo un paso, siempre que aceptemos que por lo menos algunas formas de enfermar están determinadas inconscientemente. Y según estas argumentaciones nos enfermamos también por no decir todo aquello que deseamos decir. La palabra es el sistema de símbolos más evolucionado que ha creado el ser humano. Así y todo nunca logramos decir todo lo que buscamos expresar. Si esta carencia es origen de enfermedad como siempre ha sostenido el psicoanálisis entonces la enfermedad está asegurada. Y esto me recuerda a algunas interpretaciones de la psora en Homeopatía.
- Curiosamente también nos enfermamos por hacer un discurso en torno al enfermar mismo. Lo puede firmar el hipocondríaco.
Agradecida!
ResponderEliminarA ti por leerme.
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