EL PACIENTE Y EL MÉDICO ¿QUIEREN HABLAR DE LO MISMO?
Médico -Hace un mes usted estaba desesperado, o así me lo parecía, porque su síntoma le preocupaba, no lo dejaba vivir, lo martirizaba. Pues bien, desde hace unos pocos minutos al comenzar esta entrevista de hoy, usted me habla insistentemente de ese accidente doméstico que tuvo ayer y que le impidió acudir al concierto por ese dolor en el pie que le incomoda tanto.
Paciente -No sabe cuánto me ha fastidiado este contratiempo tan inoportuno...
M -Pero yo quiero que me hable de su estado con respecto al mes pasado, de lo que provocó la primera consulta, por lo cual yo lo mediqué, para lo cual yo me puse a trabajar con esfuerzo y dedicación. Lo que a mí me ocupó tanto porque lo vi a usted tan afligido.
P -Ah! De aquello ya me había olvidado. No le puedo decir otra cosa.
(Espero que nadie concluya de este diálogo que mis pacientes curan todos en un mes. No se aclara en él si se trata de un enfermo agudo o crónico ni siquiera que padeciera un síntoma pasajero. Es simplemente una escena que tomo como excusa para tratar el tema del que quiero ocuparme.)
Este diálogo, con ligeros matices lo viví muchas, muchas veces en mi vida profesional. Ahora me hace sonreír cuando vuelve a producirse pero cuando era un médico joven me causaba verdaderos conflictos. Me preguntaba cómo era posible que el paciente hubiera dejado de lado sus tribulaciones, sus desvelos, su sufrimiento en suma, en tan poco tiempo como para casi haberlos olvidado. Y me inclinaba a sospechar que la gente en general era voluble e indescifrable. Y que evidentemente, de lo que quiere hablar el paciente no es lo mismo de aquello que quiere el médico que hablen.
Las claves para una respuesta hay que buscarlas en una explicación tan sencilla como universal: a todos nos ocurre que cuando hablamos de nosotros mismos estamos hablando en presente y lo que nos angustia de verdad es el futuro. Eso que es incierto del futuro o sea todo el futuro.
Teniendo en cuenta esto cuando veo al paciente por segunda vez le leo lo que apunté -claro está, aquello que le puedo comunicar de lo que apunté- en la primera entrevista. Con ello busco que el enfermo me aclare y se extienda o me corrija abundando en detalles que quedaron sin decir pero también para que él pueda valorar con cierta objetividad mi trabajo del primer día.
Así en esa segunda consulta podemos encarar los dos ese nuevo presente de su biopatografía.
Claro que el consejo, si es que se puede aconsejar, el consejo que nos surge inmediatamente a todos los médicos para dar al paciente es "vivir el presente, que el futuro es intangible". Es evidente que se trata de un verdadero saber vivir, de la sabiduría. Basta que todos los días echemos un vistazo a las redes sociales para hallar las palabras infalibles de algún "sabio" que nos lo recuerda.
Pero los médicos nos encontramos con el dolor ajeno todos los días. Y el dolor está justamente en lo tormentoso del futuro que asusta, nos asusta a todos.
Y entonces ¿qué debemos interpretar del presente, del ahora mismo de nuestro paciente?
Pues bien, en el presente se produce el estar, las sensaciones que tenemos ahora mismo y que no se pueden cambiar por otras. Si mis sensaciones, comenzando por las somáticas, no me llenan de zozobra entonces nada me recordará el sufrimiento de hace un mes y si lo recuerdo será un recuerdo no vívido, vacío, al que le quitaré valor y finalmente temor.
Si en cambio las sensaciones, sobre todo el estado general son de debilidad, lasitud, de no poder con las cosas, entonces el pesimismo o sea las previsiones grises sobre el futuro, son inevitables. El paciente sabe todo esto aunque no lo exprese y por eso busca anticiparse, adelantarse a sí mismo lo que le ocurrirá. De esto surge el síntoma ANTICIPACIÓN con sus modos, miedo, ansiedad, etcétera. Pero esto ya merece otra entrada del blog.